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viernes, 4 de noviembre de 2011

¿Dónde está tu aceite?

HOMILÍA 
32° DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO- A



En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: 
-El Reino de los Cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. 
Cinco, de ellas eran necias y cinco eran sensatas. 
Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. 
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. 
A medianoche se oyó una voz: 
-«¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!» 
Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. 
Y las necias dijeron a las sensatas: 
-«Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.» 
Pero las sensatas contestaron: 
-«Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.» 
Mientras iban a comprarlo llegó el esposo y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. 
Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: 
-«Señor, señor, ábrenos.» 
Pero él respondió: 
-«Os lo aseguro: no os conozco.» 
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.
Mt 25,1-13 



La vida nos ha sido dada 
para buscar a Dios, 
la muerte para encontrarlo, 
la eternidad para poseerlo. 

Quiero comenzar la reflexión de la Palabra de este domingo con esta frase tomada de los escritos de San Alberto Hurtado. En ella podemos ver la vida como un camino en que cada momento se transforma en una ocasión para tener algo que ver con Dios, una aspiración que inunda el corazón de cada creyente. La vida es movimiento. ¡Qué duda cabe! La misma palabra estancarse, aplicada al ser humano, expresa lo mismo que, como en el caso del agua, puede suceder dentro de nuestra vida : de agua pasa a lodo, y del lodo pasa a pantano, lugar de podredumbre, donde nadie quiere acercarse. Por eso, la vida es movimiento, es desafío –incluso en el campo de la fe, es una oportunidad para amar, para conocer, para entregarnos con vigor al milagro de cada día. 

Quiero insistir en la idea de movimiento, aplicada a la fe. Porque todos ya sabemos que en la vida cotidiana el movimiento es necesario : trabajo, estudio, familia… y la experiencia que más llena de sentido al hombre también es movimiento : amar y ser amado, en que el amor se transforma en movimiento hacia el ser que amo. En resumen, vivir es moverse. 

¿Acaso los primeros cristianos no entendían su fe como un camino(Hch 9,2)? y, más aún, el Señor Jesús se presenta como el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6). La fe, por estos indicios, también es ponerse en disposición de avanzar, sin querer retroceder. 

Es lo que indica hoy la primera lectura, en que se habla de la Sabiduría. Algunos libros del Antiguo Testamento tratan de este tema como algo muy importante, y la primera lectura de hoy la presenta en clave de búsqueda : los que se esfuerzan en hallarla, la encontrarán. ¿Cómo se busca esta Sabiduría ? La misma lectura nos ofrece algunas pistas : madrugar por ella… darle el primer lugar en sus pensamientos… desvelarse por ella… parece una seria ocupación esta de hallar la Sabiduría. Ahora bien, ¿qué cosa es esta Sabiduría de que se habla ? En este punto tenemos que tener cuidado : no vayamos a ver en la Sabiduría algo puramente intelectual, como una suerte de conocimiento meramente académico, porque no está dicho que quien estudie más, sea más feliz, o viva mejor (las crisis y las dificultades de la vida y las estrecheces económicas nos dicen lo contrario). Así que no se trata de un conocimiento sólo intelectual. La Sabiduría es algo que nos ayuda a ser felices, a tener un sentido en la vida, a tener una actitud sabia, reflexiva ante la vida y sus circunstancias. La Sabiduría, que en el Antiguo Testamento se identificaba con Dios mismo, en el Nuevo Testamento se nos da un nombre propio : la Sabiduría plena no es un algo sin nombre, sino una persona con nombre propio : Jesucristo, el Maestro, en quien están todos los tesoros de la Sabiduría. Él es la Sabiduría. 

Llegados a este punto podemos releer el Evangelio que nos acompaña hoy : las vírgenes que esperaban la llegada del Esposo y los problemas que debieron afrontar para no quedarse sin aceite. En efecto, cinco eran previsoras, y las otras imprudentes. San Agustín, citando este trecho del Evangelio, explica que el aceite es precisamente esa Sabiduría interior, la vida espiritual, que voy adquiriendo a lo largo de mi vida. Las vírgenes prudentes se dedicaron, como dice la primera lectura, a tenerla siempre, y por eso no les faltó el aceite. Por el contrario, las descuidadas no se preocuparon… ¿cuál es la diferencia entre unas y otras? San Agustín continúa: no presentan el bien que hacen a los ojos de Dios en la propia conciencia, sino que intentan agradar con él a los hombres, siguiendo el parecer ajeno. Van a la caza de los favores del populacho y, por lo mismo, se hacen viles, cuando no les basta su conciencia y buscan ser estimadas por quienes las contemplan. Evidentemente no llevan el aceite consigo, aceite que es el hecho de gloriarse, en cuanto que procura brillo y esplendor (Comentario al Salmo 147, 10). Buscaban el aplauso en los demás, y por eso no reservaban el aceite. Tenían que ir una y otra vez a buscarlo a otras partes. 

Sin embargo, podríamos preguntarnos, ¿por qué las vírgenes prudentes no compartieron su aceite con las descuidadas? Podríamos acusarlas de falta de generosidad… San Agustín comenta esta aparente falta de las vírgenes prudentes de este modo: Y qué les dijeron las vírgenes prudentes (a las necias)? Id más bien a quienes lo venden y compradlo para vosotras, no sea que no haya bastante para nosotras y vosotras. Era como decirles: ¿De qué os sirven ahora todos aquellos a quienes solíais comprar la adulación? Y mientras ellas fueron a comprarlo, entraron las prudentes y se cerró la puerta (Mt 25,1-13). Cuando se alejan con el corazón, cuando piensan en tales cosas, cuando dejan de mirar a la meta y volviéndose atrás recuerdan sus méritos pasados, es como si fueran a los vendedores; pero entonces ya no encuentran a los protectores, ya no encuentran a quienes las alababan entonces y las estimulaban a hacer el bien, no por la fortaleza de la buena conciencia, sino por el estímulo de la lengua ajena. 

Quedémonos con la última parte de las palabras de San Agustín : si olvidáramos la meta que nos aguarda (que en la segunda lectura de hoy Pablo se esfuerza en recordarnos que llegará, tarde o temprano para nosotros, en el momento de nuestra muerte), perderíamos la ocasión de celebrar la alegría de estar con el Esposo, que es Cristo. Cabe preguntarse hoy : ¿dónde está mi aceite ? ¿en qué cosas pongo el fundamento de mi fe ? para vivir mi vida, ¿dependo de la aprobación de los demás y de los aplausos de quienes me rodean ? Tal vez, la meditación de la Palabra de hoy sea un buen momento para profundizar mi fe, y ver en qué etapa me hallo del camino hacia Cristo, camino que hago junto a Él, para hacerlo cada vez más mío en la búsqueda constante de su Voluntad. 

Fr. José Ignacio Busta Ramírez, o.s.a. 

Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu, podamos libremente cumplir tu voluntad.

viernes, 2 de septiembre de 2011

4 de septiembre: Nuestra Señora de la Consolación y Correa, Patrona de la Orden de San Agustín



Un agustino de corazón es un hijo que ama a su Madre María. Tanto es así que ella es la Patrona de la Orden bajo el título de Nuestra Señora de la Consolación y Correa. Descubre por qué.


La devoción a María bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación es universal y de larga tradición. Sobre todo en la Familia Agustiniana, que completa el título mariano hablando de Nuestra Señora de la Consolación y Correa. La correa hace referencia al hábito agustiniano.
El origen de esta devoción se halla íntimamente ligado a la vida de san Agustín, sintetizada en una piadosa tradición. Santa Mónica se hallaba sumida en el dolor por los extravíos de su hijo Agustín. A esta preocupación se sumó la muerte de su esposo Patricio y meditó en la desolación de María después de la muerte de su hijo Jesús. María se aparece a Mónica vestida de negro y ceñida con una correa del mismo color, diciéndole:“Mónica, hija mía, éste es el traje que vestí cuando estaba con los hombres después de la muerte de mi hijo. El mismo vestido llevaras tú en señal de tu devoción hacía mí”. La alegría de Mónica fue grande al escuchar aquellas palabras. Alegría que llegaría a su culmen con la conversión de su hijo Agustín.
Consta históricamente que en el siglo XV ya se instituyen distintas Cofradías de la Correa en Bolonia (Italia). Cuando don Pedro de Aragón le pidió insistentemente a Clemente X le concediese algunas indulgencias, el Papa le respondió: “Tomad la correa de san Agustín y en ella las tenéis todas”.
El nombre de Consuelo o Consolación hace pensar en cercanía con el afligido, fortaleza para compartir el dolor ajeno, compañía para ahuyentar la tristeza de la soledad. María, elevada al cielo, “brilla ante el pueblo peregrino de Dios como signo de segura esperanza y consolación” (LG, 69).
En las letanías del Rosario, la Iglesia invoca a María como consuelo de los afligidos, porque el título mariano por excelencia es el de madre de Dios y madre nuestra. Como madre, particularmente atenta a los hijos que sufren.

miércoles, 31 de agosto de 2011

"Luz para mi lámpara" (San Agustín)

Recuerda también que aquellos que viven justamente, lo hacen no por méritos humanos sino con la ayuda divina. Nadie vive justamente a no ser que haya sido creado justo; y los hombres fueron creados justos por aquél que nunca puede ser injusto. Igual que una lámpara que no se ilumina por sí sola, así el alma humana no da luz para ella misma, sino que grita a Dios: verdaderamente, tú, Señor, das luz a mi lámpara.

SAN AGUSTÍN, Enarraciones sobre el salmo 110,2

miércoles, 5 de enero de 2011

"Seremos saciados con la visión de la Palabra" (San Agustín, 354-430)



En esta ocasión, nos acompaña San Agustín. En su Sermón 194, predicado durante la misa de Navidad, nos habla de ver a Cristo, la Palabra... ¿cómo podemos ver la palabra, si la oímos? Cristo es la Palabra (Verbo) de Dios... ahora que se hizo hombre, podemos contemplarlo. Buena lectura.




¿Qué ser humano podría conocer todos los tesoros de sabiduría y de ciencia ocultos en Cristo y escondidos en la pobreza de su carne? Porque, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza. Pues cuando asumió la condición mortal y experimentó la muerte, se mostró pobre: pero prometió riquezas para más adelante, y no perdió las que le habían quitado.

¡Qué inmensidad la de su dulzura, que escondió para que los que lo temen, y llevó a cabo para los que esperan en él!

Nuestro conocimientos son ahora parciales, hasta que se cumpla lo que es perfecto. Y para que nos hagamos capaces de alcanzarlo, él, que era igual al Padre en la forma de Dios, se hizo semejante a nosotros en la forma de siervo, para reformarnos a semejanza de Dios: y, con­vertido en hijo del hombre –él, que era único Hijo de Dios–, convirtió a muchos hijos de los hombres en hijos de Dios; y, habiendo alimentado a aquellos siervos con su forma visible de siervo, los hizo libres para que contem­plasen la forma de Dios.

Pues ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Pues ¿para qué son aquellos tesoros de sabiduría y de ciencia, para qué sirven aquellas riquezas divinas sino para colmarnos? ¿Y para qué la inmensidad de aquella dulzura sino para saciarnos? Muéstranos al Padre y nos basta.

Y en algún salmo, uno de nosotros, o en nosotros, o por nosotros, le dice: Me saciaré cuando se manifieste tu gloria. Pues él y el Padre son una misma cosa: y quien lo ve a él ve también al Padre. De modo que el Señor, Dios de los ejércitos, él es el Rey de la gloria. Volviendo a nosotros, nos mostrará su rostro; y nos salvaremos y quedaremos saciados, y eso nos bastará.

Pero mientras eso no suceda, mientras no nos muestre lo que habrá de bastarnos, mientras no le bebamos como fuente de vida y nos saciemos, mientras tengamos que andar en la fe y peregrinemos lejos de él, mientras tenemos hambre y sed de justicia y anhelamos con inefable ardor la belleza de la forma de Dios, celebremos con devota obsequiosidad el nacimiento de la forma de siervo.

Si no podemos contemplar todavía al que fue engendrado por el Padre antes que el lucero de la mañana, tratemos de acercarnos al que nació de la Virgen en medio de la noche. No comprendemos aún que su nombre dura como el sol; reconozcamos que su tienda ha sido puesta en el sol.

Todavía no podemos contemplar al Único que permanece en su Padre; recordemos al Esposo que sale de su alcoba. Todavía no estamos preparados para el banquete de nuestro Padre; reconozcamos al menos el pesebre de nuestro Señor Jesucristo.
Sermón 194,3-4

martes, 4 de enero de 2011

El Señor nos llena con su paz (San Ambrosio, 340-397)



Un testo antiguo (siglo IV d.C.), pero no se asusten. Una oración bellísima de San Ambrosio, el obispo de Milán que bautizó a San Agustín -junto con Adeodato, Alipio y otros más...-, que este texto nos acompañe hoy, faltando 3 días para el inicio de nuestra Jornada. Bendiciones.


Si estoy envuelto en las tinieblas, ¡Tú eres, Señor, mi luz!
Si estoy perdido, ¡Tú eres, Señor, mi camino!
Si estoy desamparado, ¡Tú eres, señor mi fortaleza!
Si estoy quebrado por mis pecados, ¡Tú eres, Señor, mi perdón!
Si estoy herido por la vida, ¡Tú eres, Señor, la fuente refrescante!
Si tengo miedo de la muerte,
¡Tú eres, Señor, la resurrección y la Vida!
Si anhelo intensamente volver a encontrarme contigo,
¡Tú eres, Señor, mi camino!

Aunque todavía no veo tu claridad, ¡Tú, Señor, ya eres mi luz!
Aunque todavía no puedo aceptar, ¡Tú, Señor, ya eres mi fuerza!
Aunque todavía la oscuridad y la angustia me envuelven,
¡Tú, Señor, ya eres mi paz!
Aunque la tristeza me habite, ¡Tú, Señor, ya eres mi gozo!
Aunque me cuesta volver a ti, ¡Tú, Señor, ya eres mi confianza!
Aunque me cuesta aceptar lo que me espera,
¡Tú, Señor, ya eres en mi la ofrenda perfecta!
Aunque todo mi ser rechace la cruz,
¡Tú, Señor, ya eres en mi consentimiento!

lunes, 3 de enero de 2011

QUIERO SER TU AMIGO, JESUCRISTO (Esteban Gumucio, ss.cc.)


Para orar en este día, y preparar el corazón para vivir al 100% nuestra Jornada... date un tiempo de tranquilidad, respira hondo y ora este texto.
 

Eres mi presente y mi futuro, Jesucristo;
mi horizonte sobre llanuras anheladas.
Desde ayer eres mi amigo, desde siempre.
En la noche extiendo mi mano adolescente,
toco tus ojos, adivino tu mirada.

Eres canto, rocío, llamada
que despierta lo mejor de mi secreto.

Eres la fuerza de ser libre;
contigo voy clavando pasos monte arriba,
y cuando todo mi contorno se estremece
eres tú el amigo, y permaneces.

Una música humana, cuajada de esperanza, Jesucristo;
un fuego encendido y una lumbre nueva, Jesucristo.
Eres pan de mis mañanas,
eres pórtico y camino,
eres sol de mediodía
y descanso que renueva.

Contigo es bueno sentir la juventud,
cantar el mismo canto,
correr a los picachos, bajar a las audacias.
Quiero oír tu voz de siempre,
Amigo, Señor y compañero,
vivir tus luchas, recorrer tus senderos,
y encontrarme, tal vez, sin bolsa ni bastón,
durmiendo por ti al frescor de las estrellas.

Contigo quiero descubrir las cosas bellas:
vivir la transparencia, la verdad.
Quedarme a tus pies para guardar tu sueño
o salir a tus urgencias, al menor signo de tu mano.

Dame ser un corazón inquieto
al atisbo de pájaros y brisas
y ventanas recién abiertas.
Quiero ser ojos que lo miren todo desde adentro,
desde tu presencia;
y quiero ser mano de niño afirmada en ti,
sin dolor, sencilla, sin mentira;
y que me queden cortas las palabras
cuando hable de ti;
que me quede chico el corazón, incapaz de mis anhelos;
que me quede estrecho el mismo cielo,
cuando te busque a ti.

Yo quiero ser tu amigo, Jesucristo,
yo quiero ser tu amigo:
que nunca jamás me doblegue la bajeza,
que no me venza la mentira y la tristeza.

Quiero ser chispa de tu fuego y gota de tu fuente
y sal, y levadura, y simiente sembrada por tu mano:
pensando poco en mí, mucho en mi hermano.

Que sea contigo justicia de pobres,
respeto de débiles,
y vaya contigo, sin doblar la cabeza
a los amos del dinero y de la fuerza.
Yo quiero ser tu amigo, Jesucristo,
yo quiero ser tu amigo.
Encontrar tu yugo suave y tu carga ligera
y llevar por todas partes,
en mi cuerpo y en mi alma,
tu vida en primavera.

domingo, 2 de enero de 2011

¡PrePÁRATE!

Persecución religiosa: "No llueve, la culpa es de los cristianos" (San Agustín)

Nuestra Jornada nos hará compartir "la alegría de ser discípulos". En muchas partes del mundo esta alegría se traduce en valentía, porque en esos lugares es difícil, incluso peligroso, ser cristianos. Les invito a leer este artículo, realizado por el periodista Martín Santiváñez del periódico venezolano El Universal, a raíz del atentado en Alejandría de Egipto, en que murieron 21 cristianos y quedaron 79 heridos a la salida de una iglesia cristiana. 

Rostro de Cristo, manchado por la sangre de los cristianos asesinados en el atentado a la Iglesia de los Santos. Alejandría, Egipto.


Agustín de Hipona, en "La ciudad de Dios", nos recuerda que la persecución a los cristianos es tan vieja como la existencia de la fe. Surgió, feroz, tras la muerte de Jesucristo y se expandió con rapidez por el mundo antiguo, convirtiéndose en el deporte sangriento de masas embrutecidas y políticos decadentes. No son pocas las veces en que la política ha sido pervertida por criptocracias empeñadas en propagar el odio al cristianismo. A lo largo de la historia, muchos pueblos han sido inoculados con el virus de la cristofobia, convencidos de que todas las calamidades que la civilización padece tienen su origen en la religión. "No llueve, la culpa la tienen los cristianos" es el proverbio que San Agustín citaba como ejemplo para reflejar hasta qué punto el cristianismo fue convertido en un enemigo común de la humanidad, gracias a una propaganda tan macabra como intensa.

Todo esto me vino a la mente hace unos días cuando asistí, conmovido e indignado, a una conferencia en Madrid de los arzobispos de la Iglesia Católica Siriaca de Bagdad y Mosul, monseñores Athanase Matti Shaba Matoka y Basile Georges Casmoussa. El acto, multitudinario y entrañable, fue promovido por la universidad San Pablo CEU, la asociación "Ayuda a la Iglesia necesitada", el eurodiputado Jaime Mayor Oreja y un puñado de católicos activos y decididos, aprovechando el viaje de los obispos a Bruselas para exponer la precaria situación de los cristianos en Irak. Soy consciente de la persecución intelectual y mediática que soporta el cristianismo en pleno siglo XXI, un hostigamiento vicioso que no ha cesado jamás, solapándose a veces con la más descarada indiferencia. Pero nunca había escuchado en primera persona el testimonio heroico de católicos que se juegan la vida por sus creencias. Cuando el 31 de octubre pasado, 68 cristianos iraquíes fueron asesinados cruelmente por Al Qaeda, la libertad y la democracia que tanto le han costado a Occidente también sufrieron una derrota enorme. Nosotros, por supuesto, apenas nos dimos cuenta.

Desde marzo de 2003, entre un tercio y la mitad del millón de cristianos que viven en Irak han tenido que emigrar. O recorren el sendero del exilio o perecen asfixiados por el tsunami talibán. Nueve mil cristianos han sido asesinados, entre ellos ocho sacerdotes. Cincuenta y dos iglesias fueron bombardeadas y los católicos que se quedan en el país han elegido voluntariamente la dura senda del martirio. Como en el poema de Alejandro Romualdo, a los cristianos iraquíes los han dinamitado y arrastrado, escupido y descuartizado, coronando con sangre su cabeza, con golpes sus pómulos y con puñales sus costillas. Y, pese a todo, no han logrado quebrarlos.

Aquí en Latinoamérica, muchos, esta Nochebuena, disfrutamos del sucedáneo navideño que nos impone el Moloch del consumismo. A miles de kilómetros de distancia, allá en Bagdad, trescientos cristianos en la iglesia de Nuestra Señora de la Salvación, en medio de escombros, restos de sangre y fotos de sacerdotes sacrificados mostraron al mundo el auténtico significado de una fiesta de paz y fraternidad. Durante la Misa de Gallo se habló de perdón, esperanza y caridad. "No importa lo fuerte que sople la tormenta, el amor nos salvará", dijo el arzobispo Shaba Matoka. Ahora bien, creer en el amor es compatible con defender una causa justa.

La lucha por la libertad también se lleva a cabo en el plano religioso. La religión es un instrumento de unidad y cohesión, de hermandad humana. Cuando se convierte en un pretexto para el derramamiento de sangre, abandona su principio espiritual, abjura de sus valores trascendentes y se transforma en un Leviatán corrupto al que es preciso denunciar y, llegado el caso, derribar. La religión que busca la muerte del infiel es cualquier cosa menos religión. La libertad para ejercer una fe sin que penda sobre la comunidad una espada de Damocles es un signo de civilización, una conquista de la democracia. Defender a los cristianos perseguidos equivale, en la práctica, a sostener una democracia viable en un mundo libre, porque ellos encarnan, en el sentido más pleno, la auténtica libertad. Criminalizar etnias, confesiones o ideologías en nombre de una verdad suprema es el signo inequívoco del terror totalitario. Para el totalitarismo cualquier atisbo de libertad, cualquier reducto de conciencia, es un enemigo a batir. Por eso, en toda sociedad autocrática el cristianismo es perseguido sin pudor.

Comprendo el pedido que los dos obispos hicieron en Bruselas y repitieron en Madrid. Entiendo que pretendan que la Unión Europea establezca un comité internacional que investigue quiénes son los autores del terrorismo islámico y presione al inepto gobierno iraquí para que garantice la seguridad de los cristianos. Más aún, estoy convencido que Latinoamérica, por voz de sus organismos internacionales, tendría que sumarse a la defensa formal de esta causa, porque la identidad latina no se comprende sin los valores del cristianismo. Sin embargo, ya sabemos quiénes se opondrán. Los gobiernos populistas que mantienen una relación fluida con las teocracias orientales y los líderes demagogos que avalan con su política los resabios del totalitarismo no verán con buenos ojos que se acuse a sus mecenas y aliados de ineficiencia y complicidad con el terrorismo. En fin, para estos señores, si no llueve en el mundo, habrá que culpar a alguien, menos a los verdaderos autores. Así las cosas, ¿por qué no cargarles el muerto a los peligrosos cristianos?